Alexandre Schmitt anuncia su regreso a Chile para realizar consultoría

Alexandre Schmitt anuncia su regreso a Chile para realizar consultoría en ensamblaje de vinos
Alexandre Schmitt, el reconocido experto en aromas, conocido por su trabajo con prestigiosas bodegas como Opus One de California y Château d’Yquem en Francia, ha anunciado su regreso a Chile y Argentina, en el segundo semestre del 2025.
Durante su visita, se reunirá con las bodegas y enólogos más innovadores del país para explorar las mejores estrategias que permitan elevar el nivel y el valor de los vinos chilenos. Su experiencia en ensamblaje jugará un rol clave en refinar los perfiles sensoriales y posicionar los vinos chilenos en nuevos mercados, especialmente en el segmento de vinos premium.
Maximiliano Morales de Andes Wines esta a cargo de coordinar las reuniones de consultoría durante su visita.
La experiencia de Schmitt en consultoría olfativa jugará un rol clave en la refinamiento y mejora de los perfiles sensoriales de las mejores cosechas de Chile, con el fin de abrir nuevos mercados de vinos de alta gama.
- ¿Qué cree usted que hace que los vinos de terroir chilenos se destaquen frente a otros países productores de vino?
Tu pregunta tiene dos aspectos. Por un lado, la identidad de los vinos chilenos, es decir, las expresiones aromáticas y gustativas únicas y singulares que ciertas variedades de uva desarrollan en los suelos de Chile. Y por otro lado, el estilo que se imprime en esos vinos. Así que hablamos de dos cosas: identidad y estilo. Uno pertenece a la naturaleza, el otro a los humanos.
No sé qué distingue a los vinos de terroir chilenos de los vinos del resto del mundo, pero sí sé que cuanto más te concentras en definir tu propia identidad y más te alejas de los estilos desarrollados por otros, más puedes distinguirte y existir por ti mismo.
Creo que durante mucho tiempo los vinos chilenos miraron hacia Napa Valley y trataron de imitarlos. Así como hace una o dos generaciones, los vinos de Rioja miraban hacia Burdeos. No es una manera de destacarse, sino más bien un signo de complejo de inferioridad, una forma de no aceptar plenamente quién eres. Pero desde que volví a interesarme en los vinos chilenos, veo que la evolución va en la dirección correcta.
- ¿Qué rol cree que juegan el clima y el terroir chileno en las características distintivas de sus vinos?
Percibo una imprecisión en tu pregunta, o una especie de malentendido. El clima forma parte del terroir. Si usamos la palabra *terroir*, es justamente porque no significa «suelo». El terroir es ciertamente un lugar, pero donde una variedad de uva se encuentra con un suelo. Un buen terroir, por tanto, es un lugar donde ese encuentro es maravilloso.
Pero el concepto mismo de terroir abarca la diversidad de suelos del viñedo, sus pendientes, la gestión del riego, las particularidades climáticas, las orientaciones al sol, al viento, las heladas invernales, las caídas de temperatura nocturnas, la neblina matinal si la hay, la edad de las cepas, la elección de portainjertos, la selección masal, los hábitos de labranza, la poda… en resumen, toda una cultura de la vid de una región. Eso es un terroir.
Por definición, un suelo es único, y el encuentro entre una variedad de uva y un suelo lo es aún más. Por eso, el terroir juega un rol fundamental en la definición del vino chileno. Existen, por supuesto, suelos donde esta combinación es extraordinaria, mejores que en otros lugares. Y sabemos que en Chile hay muchos terroirs increíbles: en Colchagua, Maipo, Curicó o Itata, por nombrar solo algunos.
3.¿Qué opina sobre el futuro de los vinos chilenos en términos de desarrollo aromático y gustativo? ¿Ha visto evolución?
Me considero una “nariz del vino”, es decir, tengo una doble formación: por un lado, he entrenado de forma intensiva mi sentido del olfato durante muchos años, y por otro, tengo casi veinte años de experiencia en ensamblaje de vinos, trabajando en propiedades prestigiosas junto a enólogos talentosos.
Debería añadir que la consultoría en ensamblaje de vinos no se centra en los aromas, aunque en mi trabajo diario a veces detecto ciertos aspectos del vino con la nariz: su equilibrio, la textura de los taninos, la tensión creada por la acidez, el exceso de dulzor, etc.
El tema de los aromas del vino es más relevante para el público general que para los grandes vinos. Un gran vino no se preocupa tanto por su potencia aromática o un aroma singular, sino por el equilibrio y la armonía, una sensación excepcional en boca. Se trata más de estructura y textura que de aroma.
- Chile se enfoca cada vez más en la sustentabilidad y prácticas ecológicas en la elaboración del vino. ¿Cómo ve usted que estas iniciativas impactan la percepción global del vino chileno?
Aunque suene sorprendente, proteger el planeta y adoptar hábitos más respetuosos con la naturaleza no garantiza necesariamente que se elaboren mejores vinos. Preservar la naturaleza es una cosa, pero la vida —lo vivo— es un movimiento constante de transformación. La vida implica pérdida y ganancia constante.
No podemos ir en contra de la evolución del mundo, o solo de forma muy limitada. Nuestro destino es aceptarlo, sin resignarnos, y seguir rebelándonos contra todo lo que dañe nuestro planeta.
Volviendo al vino: las prácticas ecológicas impactan fuertemente el aroma de los vinos, a menudo ofreciendo notas frutales más intensas. Pero también es cierto que los vinos orgánicos o biodinámicos pueden desarrollar defectos o sabores no deseados, especialmente en años difíciles donde es complicado controlar las enfermedades de la vid.
Hoy existen dos escuelas: quienes aprecian estos nuevos perfiles frutales, a veces similares al jugo o al jarabe, y los más conservadores, que esperan que un vino huela a vino, más que a fruta intensa. A veces me siento como el último de los mohicanos.
Como en la perfumería, donde las fragancias cada vez son más dulces, con aromas a caramelo, vainilla, fruta tropical o chocolate… debemos preguntarnos: ¿queremos ser seducidos por una persona y su fragancia, o queremos comérnosla como un caramelo? Lo mismo pasa con el vino. Para mí, es cuestión de equilibrio. No estoy a favor de vinos que antepongan la fruta al vino. Cuando pruebo un buen vino, espero encontrar primero el sabor del vino, y luego la dimensión frutal.
- ¿Cree que Chile tiene el potencial de liderar tendencias en el mundo del vino, especialmente en innovación, sustentabilidad o artesanía vinícola?
Sí, absolutamente. Chile es una de las seis o siete mayores naciones productoras de vino, tanto en calidad como en cultura vinícola. Tiene tanto potencial como Francia, España o Estados Unidos para ser líder en estas áreas.
- ¿Cree que la llegada de familias del vino como Antinori, Torres o Lapostolle a Chile es el primer paso para que otros países productores busquen nuevos terroirs? ¿Podría ayudarles a encontrarlos?
La llegada de grandes familias como Antinori, Torres o Lapostolle a una región siempre es productiva. Aportan experiencia y una preocupación por la calidad. En resumen, elevan el nivel y, por efecto dominó, impulsan a todos los productores de la zona a mejorar sus propios vinos.
Esto inevitablemente atrae nuevos inversores y fomenta la búsqueda de nuevos terroirs. No es mi rol ayudarlos a encontrarlos, pero sí colaborar con sus equipos para exigir calidad desde la primera cosecha. Para hacer grandes vinos, se necesitan grandes uvas, y eso implica decisiones clave desde el inicio del proyecto.
- En su experiencia catando vinos de las bodegas con las que trabaja, ¿cree que el consumidor puede notar la diferencia entre una añada y otra, o es una evolución a largo plazo?
Tu pregunta toca una decisión crucial. ¿Queremos reflejar honestamente la añada, su historia, sus dificultades climáticas? ¿O preferimos producir un vino que suavice posibles debilidades?
Cuando probamos grandes vinos de Napa de 2011, o Burdeos de 2013, esos vinos cuentan la historia de un año con poca luz solar, y sin embargo son excelentes. Cada añada cuenta una historia distinta, y el placer del vino reside en esa diversidad.
Si corregimos demasiado las añadas más frescas, eliminamos las diferencias entre años y los consumidores no notan la evolución. Pero si respetamos la naturaleza de cada cosecha, el consumidor —cada vez más educado gracias a talleres, cursos, catas— percibe esas diferencias.
- ¿Cuáles son los principales errores que cometen los enólogos o las bodegas que usted puede ayudar a resolver?
Generalmente trabajo con equipos técnicos notables, dirigidos por enólogos muy talentosos. Es raro encontrar defectos. Si hay problemas ocasionales —como fenólicos, acidez volátil, oxidación prematura— los corregimos si es posible o evitamos que ocurran al año siguiente.
Mi labor va más allá: consiste en aportar precisión a la visión del vino que se quiere lograr, guiando el ensamblaje en la dirección correcta. Lograr equilibrio, armonía, potencia, delicadeza y taninos sedosos no es fácil. No basta con juntar los mejores lotes. A veces, lo que falta es complejidad, brillo, vibración.
Mi consultoría consiste en trabajar con el equipo técnico para lograr un vino que contenga todas esas cualidades, respetando su identidad, su terroir, y el estilo que el propietario desea imprimirle. La combinación de identidad y estilo es, para mí, la verdadera visión de un vino.
- ¿Cómo imagina la evolución de su rol como experto en aromas de vino, especialmente con la creciente influencia de las experiencias sensoriales en el marketing?
Aunque mantengo mi experiencia en aromas gracias a mi trayectoria, mi vida profesional ha evolucionado. Hoy, la mayor parte de mi consultoría está dedicada al ensamblaje de vinos, momentos emocionantes compartidos con todo un equipo. Más que nada, es una experiencia profundamente humana.
Bodegas interesadas en contratar los servicios de Alexandre Schmitt, escribir a andes@andeswines.com